domingo, 27 de enero de 2013

Guardianas nazis:

Este libro en mi opinión, está bien para conocer un lado bastante desconocido sobre los campos de exterminio durante la II Guerra Mundial. La autora ofrece detalles sobre las "hazañas" de las guardianas nazis y cómo se desarrollaron los juicios tras las victorias de los aliados. Sin embargo, hay párrafos enteros copiados de la Wikipedia y eso resta bastante el mérito de la autora. Pero aún así considero el libro recomendable si se quiere profundizar en esta tenebrosa época de la historia.


El libro negro de la humanidad:

Esto es un tomo casi de enciclopedia. Cerca de mil páginas, dónde el autor examina los fallecidos habidos por todas las contiendas durante la historia de la humanidad. Se nota que el autor no es historiador y comete muchos fallos tanto de apreciación como de datos. Por ejemplo, dice que el Frente Popular español gana las elecciones de 1931, cuando lo cierto es que éste no se forma hasta 1936 y así varias erratas importantes. Es ameno de leer aunque en mi opinión en un poco caro (40 €) y el libro no compensa su precio. Mejor sacarlo de la biblioteca que comprarlo.


Banderas lejanas:

Obra curiosa, por lo escaso de la bibliografía existente sobre el tema. Habla sobre las exploraciones, conquista y colonización por parte de España de los territorios de los actuales EEUU. Posee mapas a todo color y un arsenal de datos curiosos que acercan al lector a la maravillosa hazaña de esos españoles que sin nada exploraron vastos territorios para la Corona que vergonzosamente más tarde se perdieron. El único pero que le veo al libro es que me pareció un poco tedioso de leer y que a veces uno se pierde con los nombres y no se sabe muy bien de quién se está hablando.



La empresa de América:

Presenta una nueva visión sobre la Conquista, población, colonización e independencia de América. Es en mi opinión una muy buena obra para conocer y desmitificar (lo bueno y lo malo) de la presencia española en América y la huella de nuestro país en aquel continente. Presenta mapas a color, documentos de los archivos indianos y abundantes datos. Lo mejor en mi opinión es que los autores son americanos y es muy interesante conocer la opinión del otro lado del océano.



Un año en la División azul:

Libro de carácter autobiográfico de Serafín Pardo Martínez, Capitán de Infantería que sirvió en la División española de Voluntarios. Narra las vicisitudes en el Frente de Leningrado de los españoles de la 250 División de la Wehrmacht. Contado en primera persona posee momentos muy emotivos y también muy divertidos. El autor explica con todo lujo de detalles cómo era el frente, su relación con sus superiores y sus soldados, el recibimiento en España... Yo me lo leí en tres días. Altamente recomendado.





miércoles, 2 de enero de 2013


   Población de Las Palmas de GC en el siglo XVI       

En la primera mitad del siglo XVI, la ciudad no era muy bulliciosa. Se ha podido calcular, que en 1515, la ciudad del Real de Las Palmas no excedía de 1.500 habitantes y en 1540 algo más de 2.200. Éste alza de población se mantiene ya que en Censo de 1587, encontramos unos 3.000 habitantes.
          La estratificación social existente en la ciudad estaba muy marcada y constaba de la siguiente manera: En la cúspide se hallaban los conquistadores y sus descendientes, alto clero, altos  funcionarios, propietarios de ingenios y terratenientes. Mas abajo estaban los artesanos, mareantes, mercaderes y agricultores. En la escala inferior estaban los esclavos y los criados.
          Esta estructura permanecería prácticamente inalterada hasta el primer tercio del siglo XIX.
          La composición de la población de la primera ciudad castellana en el Atlántico era bastante heterogénea, ya que entre los conquistadores y los primeros colonos establecidos en la urbe vinieron andaluces, castellanos, vascos, portugueses, genoveses, florentinos y flamencos, además de una colonia de comerciantes malteses establecidos en el Barrio de Triana. Es preciso mencionar, la presencia de grupos de judíos conversos, quizás huyendo de la virulencia de la Inquisición peninsular, ya que la canaria era más relajada en ese tema. Hay que señalar que de la presencia de aborígenes apenas hay noticias, salvo en el caso de aquellos que estaban sometidos a esclavitud.
          Además de estos grupos humanos, existía el componente de los numerosos moriscos y negros introducidos en la ciudad y vendidos como esclavos.
          Era muy frecuente en esta época que la demanda de mano de obra destinada al trabajo en los numerosos ingenios azucareros estuviese destinada a la compra-venta de esclavos negros y moriscos, aunque también es cierto que muchas de estas personas fueran destinadas al servicio doméstico de las gentes de la ciudad.


          Todo este movimiento humano no habría tenido lugar si la corona no hubiera concedido a los canarios una “licencia para saltear los moros en Berbería”  de 2 de noviembre de 1505, permitiéndose la captura de presas humanas en la vecina costa de África, concretamente desde Río de Oro hacia el Norte.
          Siguiendo con las personas usadas en Las Palmas como mercancía esclava, es preciso mencionar además que en la ciudad eran vendidos en venta pública negros procedentes de la Costa Occidental africana, más concretamente Goré y Guinea. Las ventas realizadas no entendían de distinciones, ya que se realizaban transacciones de mujeres junto a sus hijos, alcanzando la esclavitud a niños pequeños inclusive, y esto era más rentable, ya que se podía disponer del esclavo durante más tiempo y se le introducía con más facilidad en su nuevo estatus y se le podía educar mejor. Las ventas sucesivas de un mismo esclavo a varios dueños era frecuente, llegando un servil a tener varios dueños diferentes. Los clérigos también participaban de este negocio, adquiriendo sus propios esclavos, e incluso había negros que, tras ser liberados, poseían esclavos del mismo color. Todo esto da una idea de lo arraigado que estaba la esclavitud en las islas Canarias y por ende en la ciudad de Las Palmas.
          En cuanto a los precios los había (como todo) de varias cantidades: Los esclavos negros jóvenes tenían un precio de 30 a 35 doblas isleñas. Las esclavas generalmente costaban un poco menos. Un esclavo negro fue vendido en 33 doblas de oro, contando este con 20 años de edad. Los esclavos berberiscos costaban algo menos, encontrándose casos de una esclava de 30 años comprada por 20 doblas y otra de edad semejante por 29 doblas].
          Sin embargo todo esto podía quedar destruido para una persona esclava si esta tenía la suerte de poder quedar libre, a este extremos se llegaba de dos maneras; o por voluntad de su dueño o por poder comprar su libertad.


Plano de Las Palmas en el siglo XVI Obra de Torriani

lunes, 31 de diciembre de 2012


Conquista de Gran Canaria

La conquista de la isla de gran Canaria hay que situarla en el año de 1478 y se sitúa en el contexto de expansión que la Corona castellana está llevando a cabo en estos momentos en el Atlántico debido a su dura pugna con Portugal. Sólo quedaban las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife por conquistar, siendo en la primera de estas donde se comienza la aventura subvencionada en parte por la Corona.
Juan Rejón, acompañado del Deán Bermúdez, en representación el Obispo del Rubicón Juan de Frías se erige en caudillo de la expedición. Los fondos para la aventura son financiados por el Obispo, aprovechando para ello, parte de las rentas de la diócesis de Sevilla, de la cual era sufragáneo. Además de esto, las capitulaciones firmadas con los reyes aportaban otros capitales, el transporte y tropas de la Santa Hermandad, formadas por treinta caballeros y seiscientos soldados de infantería.
Juan Rejón establece el campamento, como más tarde veremos en la orilla del barranco Guiniguada y al poco tiempo se produce el primer enfrentamiento con los canarios, liderados por Doramas, Maninidra y Adargoma en coalición entre los reinos de Agáldar y Telde aunque las tropas del primer reino no llegaran a tiempo al combate.
La lucha se salda con la primera derrota de los aborígenes que se retiran al interior de la isla. Pero este no era el miedo principal de Juan Rejón sino que su preocupación era que los canarios se aliaran con los portugueses, cuya flota estaba fondeada en la isla en esos momentos y expulsaran a los castellanos.
Rejón logra hacerse con el control de la parte nordeste mientras que los aborígenes se repliegan hacia el interior de la isla, donde el relieve hace más difícil el acceso


Mientras los meses transcurrían fortificaron el “Real” hasta que surgieron discrepancias entre los cristianos debido a lo penosa que estaba siendo la conquista y a las dificultades que pasaban. El Deán Bermúdez lleva la noticia a la corte y los reyes relevan a Rejón sustituyéndolo por el primer gobernador de la isla; Pedro de Algaba.
Durante el mandato de Algaba se aprueba hacer una incursión por el interior del sur de la isla, concretamente por Tirajana, llevándolo a cabo el 24 de agosto de 1479.
Al sentir la presencia extranjera, los canarios se retiran hacia el interior e la isla y esperan a su presa. Mientras los castellanos se adentran por el barranco fueron atacados furiosamente por los aborígenes que dejaron a veinte y seis europeos muertos, más de cien heridos y ochenta prisioneros.
En la Península Juan Rejón vuelve a obtener el apoyo de la corona y logra que destituyan a su rival, obteniendo además nuevos ingresos para la empresa. Se nombra nuevo gobernador de la isla a un personaje siniestro para Gran Canaria y sus aborígenes; Pedro de Vera.
Este llega a Gran Canaria en 1480, y se da cuenta de que Rejón se le ha adelantado y había capturado al Deán Bermúdez y a Pedro de Algaba, desterrando al primero y decapitando al segundo, acusado de espionaje a favor de los portugueses. Por ese hecho pedro de Vera vuelve a tomar preso a Juan Rejón y lo envía de nuevo a Castilla, pero este vuelve a salir indemne e las acusaciones, muriendo en la Gomera tras una revuelta.
En 1481 Vera decide marchar sobre el guanartemato de Agáldar y encuentra a un grupo de canarios que le presentan batalla. La contienda de dudoso resultado se resuelve cuando el gobernador se da cuenta que matando al caudillo Doramas, los aborígenes dejarán de presentar batalla, y esto mismo hace, rodeándolo con 3 hombres más mientras le clava una lanza por la espalda. Este hecho da la victoria a los castellanos y le abre las puertas del norte de la isla, mientras que por Agaete se abre un segundo frente tras el desembarco de Alonso Fernández de Lugo, futuro conquistador de La Palma y Tenerife. Lugo captura al Guanarteme de Agáldar, Thenesor Semidán, que se convierte tras su bautismo en un fiel vasallo de los reyes de Castilla y Aragón.
Tras el regreso del llamado ahora Fernando Guanarteme, la resistencia canaria se circunscribía a varias fortalezas naturales y al reino de Telde, cuyos habitantes no cayeron en los consejos de Fernando Guanarteme y no se sometían. Pedro de Vera ataca la fortaleza–granero del Bentayga con la esperanza de una rápida rendición y fin de la conquista pero eran tantas las piedras y los palos que les arrojaban desde lo alto que tuvieron que retirarse a Tirajana, dónde se entregó un importante grupo de canarios siguiendo los consejos del Antiguo Guanarteme.
Vera, cansado ya de una conquista que se hacía más larga y difícil de lo presumido proyecta el ataque definitivo por la zona de Ajódar donde un grupo se encargaría de cerrar la salida por mar mientras otro contingente lo hacía por tierra a modo de cuña. El primer grupo se interna por la zona de Ajódar y es derrotado y aniquilado completamente, muriendo Miguel de Mújica y su hueste de ballesteros vizcaínos. Vera viendo este fracaso se retira a Gáldar mientras surge la figura de un Guayre, Bentejuí que ha unificado a alzados de ambos guanartematos y se refugian en la fortaleza de Ansite
La primavera de 1483 verá la rendición de los canarios y el sometimiento de la isla. Fernando Guanarteme convence a los cercados aborígenes que capitulan, mientras algunos irreductibles con Bentejuí a la cabeza y el faycán de Telde deciden despeñarse antes que rendirse. El 29 de abril de 1483, los aborígenes entregan la isla a Pedro de Vera, dando por finalizados cinco años de cruenta conquista.


A pesar de esta rendición en la isla aún existían grupos de guanches alzados que con el
tiempo acabarían integrándose en la naciente sociedad que en Gran Canaria y en el resto de la isla se estaba gestando.

sábado, 29 de diciembre de 2012


Farsa de Ávila

El 5 de junio de 1465, en un lugar en los alrededores de Ávila, un grupo de grandes nobles castellanos depuso en efigie al rey Enrique IV de Castilla y proclamó rey en su lugar a su medio-hermano el infante Alfonso, más conocido como "Alfonso el Inocente". Esta ceremonia fue llamada por sus detractores la «farsa de Ávila» y con ese nombre ha pasado a la historia.

Durante el reinado de Enrique IV los diversos bandos nobiliarios lucharon entre ellos y contra el rey para acaparar parcelas de poder. El poderoso marqués de Villena estaba descontento con el trato de favor de Enrique a sus rivales los Mendoza y el valido Beltrán de la Cueva. El marqués formó una alianza contra el rey junto con los arzobispos de Toledo, Sevilla y Santiago, la familia Enríquez, los condes de Plasencia y de Alba y otros nobles y eclesiásticos menores.
El 11 de diciembre de 1464 la liga antienriqueña dio un ultimátum: si el rey no rectificaba en su comportamiento y se deshacía de su gobierno, lo destituirían. Enrique trató de negociar pero no hubo acuerdo y el rey fue depuesto, primero en Plasencia el 27 de abril de 1465 y a continuación en Ávila el 5 de junio.


  
                                                                   Bandera de Castilla y León



Sobre un gran tablado visible desde gran distancia, los conjurados colocaron una estatua de madera que representaba al rey vestido de luto y ataviado con la corona, el bastón y la espada reales. En la ceremonia estaban presentes Alfonso Carrillo arzobispo de Toledo, el marqués de Villena, el conde de Plasencia, el conde de Benavente y otros caballeros de menos estatus, además de un público compuesto por personas del pueblo llano. También se encontraba allí el infante Alfonso, que por entonces todavía no llegaba a los 13 años de edad.

Se celebró una misa y, una vez terminada, los rebeldes subieron al tablado y leyeron una declaración con todos los agravios de los que acusaban a Enrique IV. Según ellos, el rey mostraba simpatía por los musulmanes, era homosexual, tenía un carácter pacífico y, la acusación más grave, no era el verdadero padre de la princesa Juana, a la que por tanto negaban el derecho a heredar el trono.
Tras el discurso, el arzobispo de Toledo le quitó a la efigie la corona, símbolo de la dignidad real. Luego el conde de Plasencia le quitó la espada, símbolo de la administración de justicia, y el conde de Benavente le quitó el bastón, símbolo del gobierno. Por último, Diego López de Zúñiga, hermano del conde de Plasencia, derribó la estatua gritando “¡A tierra, puto!”.Seguidamente subieron al infante Alfonso al tablado, lo proclamaron rey al grito de “¡Castilla, por el rey don Alfonso!” y procedieron a la ceremonia del besamanos.

El nuevo rey Alfonso XII fue considerado un títere en manos del marqués de Villena y no fue aceptado por una gran parte del país, que se mantuvo leal a Enrique IV. La situación degeneró en disturbios que duraron hasta la muerte de Alfonso en 1468 y el sometimiento de su hermana Isabel a la autoridad de Enrique IV,[ pero de hecho llegó a gobernar como Alfonso XII durante el trienio que duró su vida y mantuvo, como ha descubierto el investigador Óscar Perea, una Corte con una activa vida cultural en la cual figuraban caballeros tan importantes como Diego Gómez Manrique y su sobrino Jorge, el jurista Nicolás de Guevara y el poeta cancioneril Juan Álvarez Gato o el historiador Diego de Valera, maestresala del rey en 1467, aparte del propio Marqués de Villena; también Rodrigo Alfonso Pimentel, Conde de Benavente, y Pedro de Villandrando, Conde de Ribadeo, y Diego de Ribera, ayo del príncipe Alfonso y caballerizo mayor de su corte, o Sancho de Rojas, señor de Cavia y Monzón y alcalde mayor de los hidalgos de Castilla; Martín de Távara; el prior de Osma, jurista y capellán real de don Alfonso XII Francisco Gómez de Miranda y otros. Por cierto que en su capilla figuraban cantores tan destacados como Diego Rangel o Cristóbal de Morales. Don Diego Gómez Manrique organizó festejos y compuso momos teatrales para celebrar el cumpleaños real en los que las damas de la Corte hacían el papel de hadas. De la brillantez de esta corte se hizo lengua el propio Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre

Más adelante, el marqués de Villena, sus parientes y parte de sus aliados rompieron con Isabel y, al morir Enrique en 1474, apoyaron a la princesa Juana como heredera al trono, aunque no pocos de los integrantes de la Corte de Alfonso XII se pasaron al bando isabelino y prosperaron en él. Estalló así la Guerra de Sucesión Castellana, que se prolongaría hasta 1479

Enrique IV de Castilla

Mucho se ha hablado y escrito sobre Felipe II, el rey más famoso de cuántos se han sentado en el trono de España a lo largo de su historia. Ésta fama hay que achacársela al momento histórico que le tocó vivir, en pleno siglo XVI, con el Renacimiento en su fase final y con una hegemonía mundial e incontestable de España en el orbe.

América estaba reportando enormes beneficios monetarios a la Corona. La monarquía hispánica no sólo tenía las posesiones americanas, sino que una quinta parte del continente europeo rendía pleitesía a Madrid, y aunque era aquí, en Europa dónde se dispendiaban los recursos americanos, la mano ibérica (ya con Portugal incorporado) seguía siendo demasiado temida.

Sin embargo, no hablaremos de política, guerras o conquistas, sino de quizás, la faceta menos conocida del Rey Católico, la amorosa.

Felipe II tuvo cuatro esposas; María de Portugal, María Tudor, Isabel de Valois y Ana de Austria (madre de Felipe III), y varias amantes, siendo la más querida por él (y de la que nos ocuparemos en este capítulo) Isabel de Osorio.




Isabel de Valois, princesa de Francia (1546-1568) Tercera Mujer de Felipe II y su esposa más querida. A su muerte, el monarca llevaría siempre luto, siendo retratado así por Sofonisba Anguissuola.



Ana de Austria (1549-1580). Sobrina de Felipe II y su cuarta esposa. Fue madre de Felipe III.


Isabel de Osorio era hija de María de Rojas y Pedro de Cartagena, señor de Olmillos y regidor de Burgos, a la sazón descendiente del judío converso burgalés Pablo de Santamaría, quien antes de abrazar el Cristianismo había sido gran rabino de la judería de Burgos con el nombre de Selemoh-Ha Leví. Se quedó huérfana a una edad muy temprana, por lo que fue criada por su tío Luis de Osorio, de quien adoptó su apellido.

En 1545, siendo todavía príncipe, Felipe II enviudó de su primera esposa, María Manuela de Portugal. Tenía 17 años y un implacable ardor sexual que le llevaba a vivir romances por doquier.
A raíz de la muerte de su esposa intensificó sus relaciones con una dama de la Corte a la que ya había conocido íntimamente en Toro antes de desposarse con la portuguesa. Se llamaba Isabel de Osorio, conocida como la dama de Saldañuela, pero también como la puta del rey, fue con ella con quien el jovencísimo Felipe se asomó a la vida y a las bondades del sexo.
Su importancia es innegable.Prueba de ello son los nada menos que 15 años de relación, los dos hijos bastardos que supuestamente tuvieron, un magnífico palacio construido para ella y una notable fortuna en dinero y joyas, cuyo detalle figuró en el Archivo de Simancas. Y, sin embargo su presencia en las múltiples biografías que de Felipe II se han escrito es inmerecidamente escasa.
Por ejemplo, esto, que hoy no pasaría de ser una mera esquela, es lo que el gran biografo del monarca Luis Cabrera de Cabrera, consideraba, en 1619, que ella merecía: " Murió doña Isabel de Osorio, que pretendió ser mujer del rey don Felipe II, y dejó al conde don Pedro de Osorio, su sobrino, ocho mil ducados de renta y sesenta mil de muebles y dinero". Si se sintió su mujer, quizás sería porque él le dio pie para que así fuera. De hecho Guillermo de Orange, el príncipe traidor que se convirtió en líder de los rebeldes holandeses frente a la corona española, también consideraba que este amor fue más allá de una pretensión de la dama. En su Apología, libro en el que relataba las supuestas barbaridades atribuidas a su rival, el rey español Felipe II, y que fue el germen de la famosa Leyenda Negra, afirmaba que cuando este se casó por primera vez -con su prima María Manuela de Portugal-, ya estaba desposado con Isabel de Osorio. En aquel entónces, el joven heredero español tenía 16 años y a buen seguro que habría deseado que fuera cierto. Asimismo, su enemigo hablaba sin margen de duda acerca de los dos hijos que la pareja ya habría tenido: Bernardino y Pedro, el primogénito, que pasaba por ser su sobrino. Y señalaba a Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, fiel aliado y amigo de Felipe, como la persona que podría dar fe de toda la historia al haber sido él quien habría negociado el matrimonio.

No está claro el momento exacto en el que Felipe se enamoró perdidamente de Isabel, mujer casi 10 años mayor que él y a la que estaba acostumbrado a ver en la corte al ser dama de compañía de su madre, la emperatriz Isabel, para pasar después al servicio de sus hermanas Marís y Juana de Austria. No es descabellado pensar que quizás ocurrió poco antes de su enlace con María Manuela, la desgraciada hija de los reyes de Portugal que, si bien logró darle el sucesor que tanto necesitaba, nunca consiguió que su esposo venciera la repulsión que le producía su gordura.
Si la desgraciada esposa conocía o no la existencia de su amor adúltero con Osorio, es algo que se llevó a la tumba antes de cumplir los 18 años, cuatro días después de haber dado a luz al infante Carlos.

Posible retrato de isabel de Osorio reflejado en la obra
Dánae recibiendo la lluvia de oro, cuadro de Tiziano (1553). Museo del Prado

El amor del rey por isabel fue tan grande que, mandó construir, tras finalizar su relación apasionada con ella,  un magnifico palacio (el palacio de  Saldañuela ) en un pueblo burgalés. Lo que provocó el enojo y los celos de sus vecinos que empezaron a llamar el palacio  ” La casa de la puta del rey “.


Fue voluntad de Isabel construir un convento enfrente del palacio para ser enterrada en él y lo entregó a la Orden de las Trinitarias. Aunque su verdadera tumba en vida sería el forzoso abandono de Felipe cuando estaba a punto de firmar la paz con Francia, en abril de 1559. El Tratado de Cateau-Cambresis contemplaba la boda del rey español con la hija del rey francés, Isabel de Valois. Y esta circunstancia hacia imposible ya continuar la relación con Osorio.
La dama de Saldañuela no se casó jamás. Pasó los siguientes 30 años de su vida en un encierro voluntario, hasta que murió en 1589 a los 67 años. En la lápida que se halla junto a su tumba figura equivocada la fecha de su defunción nada menos que en 43 años. Pero no es el único desastre que la Historia le ha deparado. Una urbanización de adosados oscupa hoy el emplazamiento del monasterio y acorrala la ermita del Santo Cristo de los Buenos Temporales, que acoge su sepultura comida por la humedad. Otra prueba de que el único trono que alcanzó Isabel fue el corazón de Felipe. El gran amor del monarca acabó empujado al rincón de los proscritos, donde ha dormido en abandono hasta nuestros días.


 Pacto de Calatayud


La Carta de Calatayud fue un pacto entre los Reinos de las Españas y el Reino de Canarias, firmado el 30 de mayo de 1481 en Calatayud, Aragón, por Tenesor Semidán (guanarteme de Gáldar en Gran Canaria) en nombre del Reino de Canarias, y Fernando el Católico, Rey de Aragón, en nombre de los Reinos de las Españas.
El pacto consistía en la incorporación de Canarias a los reinos cristianos, así como a la Corona de las Españas a cambio del respeto a las estructuras políticas y sociales, a las costumbres culturales y a la libertad de los aborígenes canarios. La tierra deja de ser un bien del Estado para pasar a manos privadas. Los mandos del ejército español obtienen tierras, así como los diferentes menceyes y guanartemes (reyes tribales) que quedan como responsables políticos.

Si hay un hecho que condiciona y determina, por su valor histórico y contractual, el ethos político del actual pueblo canario es el llamado Pacto de Calatayud, suscrito por dos reyes que se llamaban igual, los Fernandos, el canario, o dicho más propiamente, el canarii, y el católico. El Guanarteme de Gáldar, Tenesor Semidán, bautizado después Fernando Guanarteme, y Fernando II de Aragón, conocido como El Católico. Ambos reyes firmaron en Calatayud, el 30 de mayo de 1481, un pacto, por el cual Canarias se integraría como reino, a cambio de una serie de condiciones y derechos, al conjunto de reinos que luego formarían el actual Reino de España. Dicho pacto permitió la pervivencia inicial de aquel pueblo canario, con sus características propias, y promovió una casi pacífica y paulatina integración entre los conquistadores y los conquistados, los vencedores y los vencidos, los castellanos y los canarii, los españoles y los canarios, que tras varios siglos y muchas generaciones y cruces sanguíneos después, dejaron de ser dos pueblos para fundirse definitivamente en uno solo, el canario. El Pacto de Calatayud estableció los siguientes derechos para los canarios:
  • El reparto de tierras y otros medios de producción
  • El mantenimiento de los títulos nobiliarios anteriores a la conquista
  • Una fiscalidad diferenciada del resto del Estado
  • Creación de un ejército canario autónomo; las milicias canarias
  • El derecho de plácet con respecto a las leyes estatales
  • La acuñación de moneda propia hasta 1776
  • La libertad para comerciar fuera del monopolio español (un claro precedente de los puertos francos canarios)
  • El mantenimiento de normas civiles anteriores, como el derecho a la separación de las mujeres
  • La posibilidad de reclamación de los derechos de los canarios ante los tribunales y el cobro de las deudas a los españoles
Si entendemos por soberanía la capacidad real de decidir cómo se organiza una comunidad en sus diferentes facetas, económica, cultural, social y política, el Pacto de Calatayud otorgó un alto grado de soberanía a los canarios. Antes del Pacto de Calatayud, ya existía en Canarias una larga tradición de acuerdos con los europeos, desde principios del siglo XV, que empezó con los Normandos. Jean de Bethencourt formalizó una alianza matrimonial entre la familia Real de Lanzarote y la suya, con la boda de Teguise, hija y heredera de Guadarfía, con su sobrino y heredero Maciot, con lo que los canarios y los europeos quedaron formalmente en un plano de igualdad, con la paradoja de que las dos partes podían sentirse satisfechas, ya que desde el punto de vista canario, la sucesión política quedaba garantizada por la vía materna y desde el punto de vista normando, la conquista se consolidaba. Al Pacto de Calatayud, firmado para toda Canarias, se sumó primero Gran Canaria, posteriormente, La Palma y Tenerife, para terminar incorporándose el resto de las islas, tras rebelarse contra los señores feudales y pedir al Rey ser incluidas en el pacto. El Pacto de Calatayud o Fuero de Canarias, como lo denominan algunos, supuso la aplicación en las islas de una versión modificada y mejorada del llamado Fuero de Toledo. Este fuero permitió que el pueblo canario se dotara de una serie de organismos propios y estructuras políticas, fiscales y económicas paralelas a las del resto de los reinos dela Corona española, que formaron inicialmente Aragón, Castilla y Navarra, con una amplia autonomía respecto a la Corona. Alguna de aquellas instituciones perviven aún hoy en Canarias, como los antiguos consejos municipales o cabildos insulares, la Audiencia de Canarias y el Obispado.

Combatiente de las Milicias Canarias